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Breve historia de Menorca

A pesar de ser una de las islas más pequeñas, Menorca tiene una gran historia.

 

La situación geográfica de la isla la convierte en encrucijada de diversas corrientes culturales y políticas, que desde siglos, se extienden por todo el Mediterráneo. El interés histórico de la isla culmina en su prehistoria, ya que la isla se halla materialmente sembrada de monumentos megalíticos que la convierten en un vasto museo al aire libre.
La edad de bronce se caracteriza por sus construcciones: talayotes, navetas, taules, salas hipóstilas, murallas, galerías cubiertas... Más tarde, fenicios y griegos comerciantes, dejan nuevos vestigios, y los cartagineses conquistan Menorca y tienen aquí una guarnición.
Al mismo tiempo dan nombre a las poblaciones de Magón (actualmente Maó) y Jamma (Ciutadella), que probablemente eran pequeños poblados prehistóricos, de los que se conservan diversas ruinas como "Torre d'en Gaumés" - en la población de Alaior - "Trepucó" - en Maó - "Son Catlar" y "Torre Vella" - en Ciutadella.

Los romanos conquistaron las Baleares el año 123 antes de Cristo. Ellos dieron a Menorca el origen de su denominación actual: "Baleares Minor" o "Minórica", en contraposición con Mallorca ("Majorica"). La capital romana de la isla fue Magona (Maó), que gozaba del rango de Municipio Flavio Magontano.
Además de lamona (Ciutadella) existía al norte una pequeña población, citada por Plinio: Sanisera, junto al puerto natural de Sanitja. Los romanos abrieron 20 calzadas y dejaron notables vestigios arqueológicos.

El cristianismo llegó a Menorca. La famosa carta escrita en febrero de 417 por el obispo Sever nos describe minuciosamente una iglesia local bien floreciente. Las varias basílicas que se han hallado demuestran que los cristianos tenían diversos lugares de culto, no solo en las poblaciones, sino en pleno campo y en lugares cercanos al mar.

Los vándalos en su empuje arrollador se apoderaron en 427 de la Bética, el norte de África y las Baleares. En 484 el obispo de Menorca Macario fue obligado a dar razón de su fe al rey arriano Hunnerico, gran perseguidor de los católicos. Vencidos los vándalos por el imperio Bizantino, hubo en la isla un breve espacio de paz hasta que, después de repetidas "razzias" por parte de los musulmanes dueños ya de casi la totalidad de España, por los años 903 las Baleares fueron ocupadas y sometidas al califato de Córdoba. Desintegrando éste, las islas pasaron a la soberanía del reyezuelo de la taifa de Denia, luego del de Mallorca, hasta ser Menorca el único territorio musulmán del levante español, al ir cayendo aquellos territorios en manos de los cristianos.

En 1232 Jaime I de Aragón, mediante la estratagema de encender muchas hogueras en los alrededores de Capdepera (Mallorca), hizo creer a los musulmanes menorquines que tenía allí dispuesto un gran ejército para conquistar la isla, y así consiguió que se hiciesen tributarios de Aragón. Pero habiendo traicionado al nuevo monarca Pedro III el Grande, fue su hijo Alfonso III el Liberal quien dirigió personalmente la conquista de Menorca (enero de 1287). En virtud del tratado de Anagni, las Baleares fueron devueltas a Jaime III de Mallorca, quien trabajó eficazmente por el buen gobierno de Menorca: le concedió una carta-puebla, repartió las tierras de manera más equitativa y racional de lo que había hecho su sobrino Alfonso a raíz de la conquista; fundó la población de Alaior, estableció el arreglo parroquial de la isla. Vencido en Llucmajor el último rey de Mallorca, 1343 fueron las Baleares definitivamente incorporadas al reino de Aragón por Pedro IV.

En 1535 el pirata turco Barbarroja desoló Maó con la matanza y el pillaje, y se llevó miles de cautivos. Mayor fue la desgracia de Ciutadella en 1558, en que la ciudad quedó tan destruida que, después de tres días de saqueo, el nuevo gobernador interino hubo de pernoctar en una cueva por no hallar en Ciutadella una sola casa en pie.

El siglo XII es particularmente funesto para la isla. Además del constante peligro de invasión por parte de los piratas musulmanes y de las naciones europeas enemigas de España, hubo grandes sequías, plagas de animales dañinos para el campo, violencias y asesinatos por los bandidos - que llegaron a dar muerte, en 1636, al mismo gobernador D. Juan Valenciano de Mendiozala -, inmoralidad y epidemia de cólera que diezmó a Ciutadella desde abril de 1652 hasta finales del año siguiente.

A comienzos del siglo XVIII, un episodio de la Guerra de Sucesión dio pretexto a los ingleses para ocupar Menorca (1708); en 1713 el tratado de Utrecht ratificaba esta dominación, que duró hasta 1756, en que desembarcaron tropas francesas mandadas por el Mariscal-Duque de Richelieu; esta nueva dominación duró hasta que el tratado de París obligó a Francia a devolver Menorca a Gran Bretaña. La segunda dominación inglesa duró desde 1763 hasta 1782, en que los británicos hubieron de rendirse ante las tropas hispano-francesas, aliadas por el Pacto de Familia y mandadas por el francés Duque de Crillón; comenzó entonces el breve período español, hasta el desembarco inglés de 1789 que originó la tercera y última dominación extranjera. En virtud del tratado de Amiens Menorca volvió definitivamente a España el año 1802.

Los menorquines, que ya en 1768 habían emigrado a La Florida, acudieron en 1830 a colonizar diversos lugares de Argelia; más tarde, buscaron mejor suerte en América del Sur y las Antillas, ya que la isla, después del auge económico promovido por los ingleses, había caído en un triste marasmo. Hace poco más de cien años que las nuevas industrias (especialmente calzado y bisutería) y la urbanización de las poblaciones en un sentido higiénico y moderno, prepararon el desarrollo económico del presente siglo que, después del lamentable colapso impuesto por la guerra civil, sigue prosperando, ayudado en gran parte por la creciente afluencia del turismo que sin duda ha traído a Menorca cambios socioeconómicos muy importantes.

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